Nos ha dejado Bill Cunningham a la edad de 87 años. El fotógrafo que hizo del street style un auténtico arte en medios impresos como el WWD o The New York Times y que a lo largo de este siglo ha sido el gran referente del que todos han aprendido, de sucesores directos como The Sartorialist o Tommy Ton a la joven generación blogger al completo. Durante mis años como editor de moda de Vogue España tuve el inmenso placer de conocer personalmente a Bill durante una de las Fashion Weeks neoyorquinas a las que acudí. Jamás olvidaré su dulzura y su gran sentido del humor; el rato que pudimos hablar de moda y celebrities fue, para mi, muy revelador y me enseñó a observar toda esta farándula de un modo… diferente. Recuerdo que le dije que mi fotógrafo de celebrities preferido era Ron Galella, no él, y que su trabajo fuera y dentro de la discoteca Studio 54 me fascinaba. Bill me dijo, en primer lugar, que siempre prefirió trabajar de día que de noche y, en segundo, que su principal objetivo no eran los famosos, sino la moda que, sobre todo, llevaban personas anónimas. Obviamente, sus palabras me lo dejaron todo muy, muy claro. Su pasión por esa moda que nace de la calle le hizo recorrer Manhattan en su bicicleta (aunque diluviara o nevara) hasta hace unos pocos años y, de este modo, su figura se convirtió en imprescindible dentro del fashion system neoyorquino. Querido y respetado por todos, el documental Bill Cunningham NewYork de 2011 le rindió un merecidísimo homenaje y nos descubrió su cara más humana en la intimidad de su apartamento en el edificio Carnegie Hall. Ahora es el momento de recuperarlo (abajo tenéis su trailer para abrir boca) y decir adiós a un hombre inolvidable para los que tuvimos la suerte de conocerle y entendemos el enorme valor visual de su legado. Las calles de Manhattan se han quedado huérfanas de un ser único que dedicó su vida a la moda sin esperar nada a cambio. ¿Se puede pedir más?