Muchas personas nunca han reflexionado sobre los tejidos de sus prendas. Y frente a la abundancia actual de reclamos que apelan a su supuesta sostenibilidad ya no saben ni qué pensar… Por eso es importante tener una información básica clara. Y lo primero que debemos de tener en cuenta es que los tejidos pueden ser de fibras naturales o sintéticas.
Las primeras pueden tener procedencia animal (lana, seda, etc.) o vegetal (algodón, lino, tencel, etc.). Por su parte, las fibras sintéticas (poliéster, nylon, lycra, acrílicos, etc.) provienen del petróleo, un recurso natural no renovable limitado que ha tardado siglos en gestarse. El poliéster, por ejemplo, es tereftalato de polietileno, es decir PET, el mismo material de las botellas plásticas, convertido en hilatura.
En 1963, la producción de este tipo de fibras sintéticas era del 26% frente al 65% del algodón o el 9% de la lana. Curiosamente en 2009, el año de la fibras naturales, el porcentaje de artificiales y sintéticas llegó al 50%. El 50% restante se repartía entre recicladas/recuperadas y naturales. En 2013 abarcaron el 70% del mercado, en Europa el 83%. El algodón era el 29% y la lana el 1%, según el estudio Information on man-made fibres que publicó la patronal europea del sector.
De origen vegetal o animal, pero sostenible
Los tejidos sostenibles son aquellos cuyas materias primas vienen de cultivos ecológicos, fabricados siguiendo procesos respetuosos con el medioambiente (tejeduría, teñido, acabados, etc.), y con la salud de los trabajadores, consumidores, etc. GOTS, Global Organic Textile Standard, es la certificación más conocida de fibras orgánicas. Además, la sostenibilidad también implica remunerar dignamente a todos los eslabones de la cadena de abastecimiento y producción.
Los tejidos procedentes de restos vegetales excedentarios también son susceptibles de poderse aprovechar así, es el caso del Piñatex, que se hace con los residuos de la piña. También se pueden emplear para este fin deshechos de pieles de naranjas, manzanas, ruibarbos, hongos, etc. Actualmente hay mucha innovación textil en este campo.
Respecto a los tejidos de procedencia animal, deben de provenir de ganadería ecológica donde los estándares de bienestar animal son más altos por su cría extensiva, sin confinamiento, los animales están en su entorno, al aire libre, no se controla su reproducción artificialmente, ni se les medica si no es estrictamente necesario. Por todo ello, una vaca de cría ecológica, por ejemplo, vive el doble que una industrial.
Asimismo, deben haber sido obtenidos con respeto hacia el animal, es el caso de la esquila respetuosa para evitar cortes y mutilaciones en las ovejas. Por su parte, la seda aimsha (seda paz) se obtiene sin matar al gusano que hace el capullo de seda, como pasa en la convencional. Además, se consideran tejidos sostenibles los reciclados y recuperados de fibras naturales vegetales o animales (lana, algodón, lino, etc.). Estos tejidos no deben de ser tratados, ni teñidos, con sustancias nocivas para el medio ambiente o la salud.
La letra pequeña importa…
Vivimos un momento de profusión de fibras y no hay marca de moda que se precie que no lance una colección con prendas supuestamente “eco”: de fibras “naturales”, “vegetales” o de materiales sostenibles, muchas veces sin demostrarlo, y en cuya producción a menudo suelen olvidar la dimensión social.
Hay fibras vegetales en el mercado que no son tan sostenibles como parecen. Si proceden de monocultivos (soja, palma, maíz, caña de azúcar, etc.) contribuyen a la pérdida de biodiversidad y a la deforestación de amplias zonas del planeta, como bien recoge el libro de mis compañeras de Carro de Combate, Los monocultivos que conquistaron el mundo (Ed. Icaria).
Algunos, incluso, incorporan el aval de organismos como la Mesa Redonda de la Soja Responsable (Roundatable on Sustainable Soy), la Mesa Redonda de la Palma Responsable (Roundatable on Sustainable Palm) y entes similares, creados en general por la propia industria para autoregularse y objeto de muchas críticas por parte de medioambientalistas por sus prácticas no sostenibles.
Por otra parte, un tejido sostenible no debe atentar contra la soberanía alimentaria de las comunidades, es decir, debe permitirlas alimentarse según sus tradiciones agroalimentarias locales. Los monocultivos industriales a menudo se extienden por las tierras de policultivos y biodiversidad originaria, privándoles de ese derecho, arrasando con las comunidades y los seres vivos a su paso. Tampoco deben de ser transgénicos (y en los monocultivos estos suelen ser habituales).
Lo ideal, en términos de sostenibilidad, es que existiese producción local orgánica textil de variedades de los diversos territorios o países, que permita conservar y potenciar la biodiversidad local, generando un sector productivo de calidad en esas comunidades, así como empleo, evitando emisiones e impactos socioambientales. Pero la realidad de la producción de tejidos actual dista mucho de ser así y está ampliamente deslocalizada.
Tejidos vegetales… no todos iguales
Sin embargo, la naturaleza nos provee de multitud de especies vegetales aptas para crear fibras, aunque de la que más oímos hablar es del algodón orgánico. Si bien tiene menos impacto que el convencional, puede ser menos sostenible que tejidos como el Tencel, que consume menos agua en su producción y al provenir de residuos vegetales aprovecha materia infrautilizada preexistente.
Nada que ver con la viscosa. Aunque es de procedencia vegetal, se clasifica como fibra semi-sintética al pasar por un proceso químico altamente contaminante que genera un grave impacto socioambiental. El rayón es un tejido que también pasa por un proceso químico peligroso para la salud humana y ambiental. Alice Hamilton, a principios de siglo pasado, ya lo denunció y combatió al verificar que provocaba trastornos mentales a los empleados durante su fabricación.
Materiales reciclados y recuperados
Estos materiales se suelen considerar sostenibles, ya sean de materiales sintéticos como el poliéster o de tejidos naturales vegetales o animales, porque optimizan los residuos de materias primas que ya existen. Deben de pasar por procesos de optimización química para eliminar (o neutralizar) las sustancias potencialmente nocivas para la salud y el medioambiente del material previo, así como no añadir otras en el proceso de recuperación o reciclaje. La certificación Oeko-Tex informa sobre la ausencia de sustancias tóxicas en ellos.
Proximamente en ECOLOVER profundizaré en las innovaciones textiles más sostenibles… por el momento, ojalá os haya aclarado ya ciertas dudas que siempre planean alrededor de los diversos tejidos que son o no son o medio son sostenibles.