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Ecolover opina: ¿Qué es la ONIOMANÍA y por qué el autoconocimiento es la clave para conseguir evitarla?

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25 marzo 2021

Atención al dato. Cerca del 7% de la población mundial padece ONIOMANÍA o adicción a las compras compulsivas, según la plataforma Top Doctors. Estamos ante un trastorno psicológico, no de un vicio, que afecta mayoritariamente a las mujeres, especialmente a las más jóvenes. ¿La principal razón? La presión que siempre ha existido sobre nuestra imagen y que nos convierte en un público más vulnerable a la publicidad y a los contenidos que circulan en las redes sociales.

Como profesional del sector, adoro la moda como parte del legado cultural de una sociedad. También como forma de expresión artística y como un lenguaje que nos permite transmitir emociones, estados de ánimo o intenciones. Hasta hace unos años desconocía los efectos tan devastadores que conlleva la fabricación de ropa. Vivía en una burbuja de consumo bulímico e insatisfactorio que era premiado y apremiado por mi entorno. Porque, al contrario que otras adicciones, la adicción a las compras no está penalizada. Por ello tardé en darme cuenta de que lo que tenía era un grave problema y de que las consecuencias que generaba tenían un calado todavía mayor.

En el mundo actual, el ritmo trepidante en el que vivimos inmers@s complica pararse a reflexionar para marcar nuestro propio tempo. Las personas tenemos un autoconcepto y las marcas solo nos ayudan a moldearlo. Se puede decir que juegan con nuestra necesidad natural de pertenencia al grupo. Una necesidad que conlleva la amenaza de sentirnos desfasados si no nos actualizamos constantemente. Es un sistema regido por tendencias exprés que nos incitan a comprar para evitar el aislamiento y la exclusión social.

La sociedad de consumo ha ido pareja al avance de las técnicas publicitarias a lo largo de las últimas décadas. Se suele decir que la publicidad «crea necesidades» pero, según Maslow, las necesidades están ahí, implícitas al ser humano. El marketing solo las revela y la publicidad las explota. Es algo que no es nuevo en absoluto. Ya en EEUU, con la instauración del estado de bienestar tras la II Guerra Mundial, se creó un ideal de estilo de vida al que cualquier ciudadano con ganas de prosperar debía aspirar. El American Way of Life imponía para triunfar socialmente el consumir determinadas marcas en los diferentes ámbitos de la vida.

En la actualidad, lo anteriormente comentado se podría trasladar a tener un móvil de última generación, a estar al tanto de las series en las distintas plataformas de pago, a acudir a determinados festivales musicales o eventos sociales, a tener un vestidor lleno de ropa o a escaparse a un destino asiático de vacaciones. De nuevo, un canon normativo de vida idónea crea la falsa ilusión de pertenecer a…

Al principio de este artículo he mencionado que la oniomanía o adicción a las compras, aunque afecte a todo el mundo, es más acusada especialmente en las mujeres más jóvenes. En un mundo cada vez más digital, la mayoría de las usuarias de redes sociales son precisamente mujeres jóvenes y la relevancia que se le da al físico en esas redes es inmensa. Es una presión digital que se traslada al consumo, especialmente al de moda y belleza. Los estudios demuestran que las mujeres gastamos más del doble en ropa y cosmética que los hombres.

¿Os suenan los famosos “tours por mi vestidor” que pululan por la red? En ellos se puede ver a la influencer de turno orgullosa de mostrar un espacio copado de prendas que, en su mayoría, habrá utilizado en contadas ocasiones. La cultura del exhibicionismo está tan normalizada que el alarde de pertenencias no resulta para nada extraño. Pero lo preocupante es que, detrás de todo este hiperconsumo, hay un problema mucho mayor que afecta en diferentes órdenes al medioambiente y a la sociedad formada por individu@s.

Por otra parte, no podemos obviar que la publicidad se cuela en nuestro día a día de forma más o menos sutil. Según un análisis realizado por Neuromedia, recibimos un impacto publicitario cada 10 segundos, lo que equivale a 6.000 diarios. Y, atención, lo que significa que, hoy por hoy, vemos más anuncios publicitarios en un año que alguien hace cincuenta años durante toda su vida. Pero no solo la publicidad nos arroja a ese consumo bulímico. Quizá también la falta de tiempo, reflexión y meditación nos ha hecho mirar hacia afuera y abstraernos de nosotr@s mism@s.

Empezar a practicar un consumo consciente parte de una herramienta que todos tenemos a nuestro alcance pero a la que no siempre nos enfrentamos. El autoconocimiento nos permite analizar cuáles son nuestras virtudes, metas, limitaciones y aristas. Es la clave en el desarrollo personal para poder regular nuestras emociones en relación a los demás y también para la consecución de nuestros objetivos. En resumen, conocernos mejor es respetarnos, querernos y, en consecuencia, transmitirlo recíprocamente a los demás seres vivos, a la naturaleza y a la sociedad. ¿Cómo vamos a ser capaces de evitar la adicción a las compras, de controlar nuestro consumo o de dominar nuestras pulsiones si no reconocemos y respetamos nuestro propio criterio? Ahí dejo la cuestión, queridos ecolovers.

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