Resulta extraño pensar que dentro de la actual industria de la moda, saturada y marcada por la volatilidad, pueda destacar una firma cuyo ADN dicta todo lo contrario. Pero, tal y como demuestra la firma de menswear neoyorquina BODE, desafiar los códigos establecidos puede convertirse, precisamente, en la mejor baza para marcar la diferencia y alcanzar el éxito.
Emily Adams Bode dio rienda suelta a su proyecto homónimo en 2016, con la intención de crear moda que contase historias, que fuese capaz de teletransportarte a otra época y a otro lugar. Sus colecciones se inspiran en antiguas historias familiares propias o de gente allegada, que reimagina desde una perspectiva contemporánea. Todas ellas parten de una narrativa personal cargada de sentimentalismo, que gira en torno a un concepto concreto o a un recuerdo. Por ejemplo, los tesoros encontrados en el desván de su tío en el sur de Francia o las reflexiones de un botánico de Cape Cod, donde veraneaba.
Esta es la razón por la que, desde su primera colección, en Bode se ha recurrido al uso de tejidos antiguos y técnicas tradicionales para confeccionar las prendas. Todas ellas se producen a mano y a medida en su taller de Nueva York, situado en el Lower East Side, y en Nueva Delhi, donde colabora con varios artesanos. Un proceso de producción que genera cero emisiones de carbono y no deja huella medioambiental, un punto significativo para Emily, quien no concibe otra forma de crear moda. Al menos, la suya. Así lo ha sentido desde pequeña, cuando descubrió su amor por las telas y los estampados de antaño mientras paseaba por los mercadillos de antigüedades en su ciudad natal, Atlanta (Georgia).
De este modo, su extraordinaria habilidad para localizar, tratar y reparar textiles vintage se ha convertido en su principal seña de identidad al diseñar. Desde sacos de grano a edredones de la época victoriana, o fundas de colchones y ropa de cama de los años 20, Emily es capaz de transformar para Bode todo tipo de materiales centenarios en nuevas piezas que constituyen un discurso revitalizado para la moda masculina estadounidense.
De este modo, la diseñadora ha desarrollado un estilo propio y atemporal alejado de tendencias, a través de siluetas sensatas y prendas que emanan romanticismo, frescura, artesanía y creatividad. Camisas y pantalones de patchwork, chaquetas guateadas, camisetas nostálgicas, trajes de estética retro… El conjunto, en esencia, representa ese nuevo concepto de masculinidad que tan bien defienden Harry Styles, Timothée Chalamet o Lil Nas X.
Pese a que nació como una firma de menswear, realmente las propuestas de Bode no responden a géneros ni etiquetas. Simplemente surgen de forma natural. Tal y como contaba en una entrevista, fue uno de sus profesores de la Parsons School of Design quien le sugirió que tenía un don especial para la ropa masculina y por eso se decantó por ella. Pero también… porque reconoce que prefiere crear ropa para otros y no pensando en sí misma.
En 2018, Emily se convirtió en la primera diseñadora en desfilar durante la Semana de la Moda Masculina de Nueva York. Y, solo un año después, debutó en la Semana de la Moda Masculina de París. Su imparable trayectoria está marcada, además, por un gran número de reconocimientos: en 2019, la firma Bode quedó finalista en el premio LVMH Prize y Emily fue incluida en la prestigiosa lista Business of Fashion 500; en 2020, fue galardonada con el Woolmark Prize: Karl Lagerfeld; y ha sido dos veces consecutivas ganadora del CFDA Menswear Designer of the Year (2021 y 2022).
A través de un trabajo silencioso y sin pretensiones, Emily se ha ganado un puesto entre las firmas más deseadas de menswear del panorama actual. Aunque sus piezas no solo son deseadas por hombres, sino que también son admiradas por el público femenino. Motivo por el que, desde hace varios años, se esperaba el lanzamiento de la primera colección de womenswear de Bode… algo que no entraba realmente en sus planes, pero ya es una realidad.
La diseñadora presentó los primeros diseños para mujer de Bode durante su desfile de otoño/invierno 2023 en la Semana de la Moda Masculina de Paris, celebrado en el Théâtre du Châtelet. La propuesta, titulada The Crane Estate, versaba sobre la historia de su familia materna. Concretamente, las cuatro hermanas Rice. Un viaje al verano del 1976 en Cape Cod, donde su madre Janet trabajaba en una casa perteneciente a una señora de 90 años que siempre bajaba a cenar con elegantes vestidos confeccionados entre 1890 y 1940.
El diálogo entre distintas épocas de Bode se traduce en prendas para el día y la noche, en las que destacan los vestidos, las faldas, los tops de seda y la lencería. Llaman la atención los vestidos inspirados en las fiestas de los años 20, junto a otros que que evocan el glamour americano de los años 30 y 40. Y, cómo no, la propuesta masculina sigue la misma (y acertada) línea narrativa a través de camisas bordadas a mano, pantalones con flecos, camisetas nostálgicas o cárdigans en tonos tierra y texturas retro.
