Estos días estamos conmocionados por la violencia consecuencia de la discriminación racial. La discriminación en cualquiera de sus vertientes es inadmisible en el siglo XXI. Creíamos que había cosas que estaban superadas como las diferencias de razas pero, por lo visto, la diferencia de color sigue siendo un problema para muchos.
Llevo toda mi vida luchando para que se respeten las diferencias en temas de igualdad de sexo y he constatado que es otro caballo de batalla. Nosotras, las mujeres, pensábamos que la discriminación sexual estaba centrada en el sexo femenino, libramos batallas, ganamos guerras contra la libertad de voto, de opinión, de contracepción pero… seguimos teniendo miedo de salir solas a la calle por la noche y seguimos asustadas por la opinión que tengan los demás de nosotras y de nuestra imagen.
Los estudios demuestran que aunque luchemos y nos peleemos seguimos obsesionadas por la imagen, por mucho que queramos mirar hacia otro lado, el 60% de las mujeres opinan que es crucial responder a unos criterios de belleza establecidos por la sociedad actual. ¿Y qué sucede si estamos tan centradas en querer cumplir con esos estándares? Que estamos desconcentradas pensando en nuestros cuerpos y, además, sufrimos emocionalmente por baja autoestima. ¿Cómo contrarrestar todo esto? Pues siendo valientes y enfrentándonos a la realidad de por qué nos sentimos tan insatisfechas, con horas de terapia o con el apoyo de un coach para conseguir aceptarnos a nosotras mismas.
A nosotras se han unido todos los chicos que empiezan a estar preocupados de un modo obsesivo por su imagen corporal, a causa de las campañas de publicidad en medios de comunicación y redes sociales empeñadas en vender imágenes de una belleza inexistente, irreal, inalcanzable, efímera e imposible.
Sí, en el siglo XXI nuestra sociedad sigue discriminando a las personas por no ser igual que las demás o por no encajar con la imagen que se dictamina sobre la belleza. Sí, la sociedad sigue discriminando a las personas por tener más peso, más muslos, más caderas, más arrugas, más melanina… Pero de un tiempo a esta parte, parece que una ola de cambio nos invade y tanto los medios de comunicación como las firmas se han dado cuenta de que los consumidores mandamos, que “queremos que se nos acepte tal y como somos” y este mensaje ha empezado a protagonizar nuevas campañas y lanzamientos.
Muchas firmas de belleza apuestan por líneas de cosmética no gender, con palettes que incluyen todas las tonalidades de piel para hombres y mujeres que tan solo deseen disfrutar de su momento makeup… es evidente que la diversidad empieza a ocupar el lugar que se merece en el beauty system actual. Y es que para las nuevas generaciones no es una cuestión de sexos, sino de personas. En su nuevo argot son habituales los términos gender fluid, genderless, non binary… si Simone de Beauvoir, autora de El Segundo Sexo, despertase alucinaría con lo mucho que ha germinado su semilla… ¡al ritmo del hit La Revolución Sexual de La Casa Azul!
Es importante tener clara la diferencia entre sexo y género; el sexo se refiere a lo biológico y el género hace alusión a la parte cultural y social. Y no se trata de convertir a las chicas en chicos y los chicos en chicas, sino en respetar la individualidad de cada uno como seres únicos. Pensaréis… ¿y qué tiene que ver todo esto con la sostenibilidad? Uno de los pilares básicos del desarrollo sostenible es conseguir la paz, la igualdad y el respeto de los derechos humanos. Por eso, hoy he decidido no hablar como como beauty hunter, ni he contado nada sobre productos ni tendencias, hoy soy la Carole Sánchez que es psychology & mind body eating coach y mi mensaje es el siguiente: “ya eres perfect@ tal y como eres”.
Para mi, la mejor firma de belleza es aquella que da respuesta a nuestras demandas y a nuestros deseos personales, que nos facilita la vida y nos permite ser nosotr@s mism@s, lejos de enmarcarnos en una categoría marketiniana. Y creo que este vídeo resume perfectamente lo que he intentado transmitir con mis palabras…
