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Ecolover opina: Producir calzado sostenible es posible y… necesario para no destruir el medioambiente

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30 septiembre 2020

Para tener claro qué supone fabricar accesorios sostenibles, primero debemos abordar la insostenibilidad en la que se suelen producir habitualmente, puesto que la producción suele estar externalizada, toda o en parte, en países con salarios bajos y malas prácticas generalizadas. En ellos, los trabajadores y trabajadoras no tienen la posibilidad de mejorar sus salarios indignos, sus jornadas extenuantes, o la ausencia de medidas de salud y seguridad en el trabajo, porque la negociación colectiva y la libertad sindical están limitadas, si es que existen.

El 87 % de los zapatos se fabrican en Asia, así que dos de cada tres zapatos vendidos en el mundo procede de allí. Además, más del 40 % del calzado de cuero se fabrica en China, seguido por Italia (6%), México (6 %), Brasil (4 %) y la India (4 %). En algunos de estos países las legislaciones ambientales son laxas y poco restrictivas, lo que favorecen prácticas contaminantes; durante el proceso de fabricación del calzado de cuero se suelen concentrar en las etapas del curtido (transformar la piel de los animales en cuero), del teñido (a menudo con sustancias potencialmente nocivas para la salud humana y ambiental) y del montaje realizado en la fábrica.

Pisoteando el glamour

Los zapatos se han convertido en piezas fetiche en los armarios de los y las fashionistas. Pueden adquirirlos personas de cualquier morfología, por eso son topsellers que engatusan a los compradores y compradoras, pero en su producción existen víctimas reales. Es una situación nada fashion, como bien recoge el informe Cambia Tus Zapatos de Ropa Limpia (organización sin ánimo de lucro que lleva décadas monitorizando las condiciones laborales de la moda). En él, evaluó 23 empresas e informó sobre el grado de implicación de las grandes marcas en la resolución de los problemas relacionados con los derechos laborales en su cadena de suministro. Como puede comprobarse, su compromiso deja bastante que desear.

Este otro informe del mismo ente, titulado El verdadero coste de nuestros zapatos, recorre la cadena de producción de Geox, Prada y Tod’s, como ejemplos de “made in Italy” o “made in Europe”, concluyendo que muy pocos de sus artículos poseen cadenas de suministro completamente internalizadas. La mayoría se fabrican en talleres y fábricas de distintos países con personal mal pagado y condiciones miserables.

Aunque, en algunos casos, se ha relocalizado la producción desde Asia a Europa, son en gran parte subcontrataciones a países de Europa del Este, con sueldos hasta más bajos que en Asia, o en la misma Italia, con sueldos inferiores al umbral absoluto de pobreza. Según los sindicatos de la Toscana, muchas firmas de artículos de lujo tienden a aprovecharse de la crisis económica y obligan a las pequeñas empresas bien cualificadas a trabajar como subcontratistas a precios bajísimos, lo que compromete su supervivencia.

Un rasgo diferencial del mercado del lujo es el desequilibrio creciente entre el precio que se paga por los productos y su valor real, diferencial que en gran medida recae en el distribuidor y la marca, que se quedan con aproximadamente el 60% del precio final. Aunque las grandes marcas formalizan contratos de suministro con pocos proveedores, a menudo se subcontrata parte de la producción para acortar plazos de entrega a precios muy bajos. Así, las cadenas de suministro permanecen opacas y los consumidores permanecemos inconscientes acerca de estas vulneraciones.

Materiales de la discordia

El cuero es uno de los productos más rentables de la industria ganadera… y uno de las principales causantes de deforestación. Por ejemplo, la industria italiana del cuero se abastece en gran parte de Brasil y por ello, en la actualidad, proveedores importantes se enfrentan a acusaciones de deforestación ilegal.

El mayor impulsor de la deforestación en la Amazonía es la ganadería y las industrias asociadas como la soja, utilizada como alimento, así como las industrias extractivas (minería, etc). A medida que aumenta la demanda de cuero y carne, los ganaderos queman extensiones de bosque para albergar más reses. Brasil suministra alrededor del 22% de las exportaciones mundiales de cuero y es la mayor fuente de pieles de animales según la National Wildlife Federation. La ONU señala que la industria del calzado es el mayor comprador de todo ese cuero.

Además, la ganadería utiliza alrededor del 80% de las tierras agrícolas. La IUCN (International Union for Conservation of Nature) indica que es probablemente la mayor fuente de contaminación del agua relacionada con la ropa que crea “zonas muertas» en áreas costeras y degrada los arrecifes de coral. A lo que hay que sumar los procesos de acabado, tratamientos y teñido, donde muchas veces se usan plomo, cromo y otras sustancias también nocivas.

Un porcentaje menor del abastecimiento de piel proviene de animales salvajes sacrificados por ella, lo que genera impactos directos en sus ecosistemas. También, en mayor grado, proviene de granjas donde los animales se crían en condiciones de confinamiento y viven lo que sus pieles tardan en ser útiles para la industria, como meras mercancías de consumo, sin considerar que son seres sintientes como el Tratado de Lisboa (2009) reconoció y cualquier persona con un mínima sensibilidad percibe claramente.

Además, en el calzado, sobre todo en el deportivo, se emplean gran cantidad de materiales sintéticos, derivados del petróleo, un recurso no renovable y una de las energías fósiles que son causa principal del cambio climático. Asimismo, tenemos que tener en cuenta que cuando el calzado pasa procesos muy complejos y/o se mezclan materiales sintéticos y biológicos en determinadas proporciones, se acaban generando productos muy difíciles o imposibles de reciclar.

Otro material muy usado es el algodón, de hecho es el tejido más utilizado en la confección. Según Pesticide Action Network emplea el 16% de los insecticidas del mundo, pero otras fuentes indican que hasta el 25%. Erosiona la diversidad del suelo y los hábitats y usa el 2,4 % de las tierras de cultivo, según el World Resources Institute.

Cualquier material vegetal que proceda de la agricultura intensiva y de monocultivos tiene un gran impacto sociambiental por su modus operandi, por su consumo energético e hídrico, por sus pesticidas y herbicidas… que muchas veces permanecen en las prendas. Son trazas de residuos que diversas ONGs ambientalistas han podido constatar, entre ellas Greenpeace.

Para las suelas, además del plástico (derivado del petróleo y con los impactos ya mencionados) se suele usar caucho. Su gran demanda actual, según la IUCN, se satisface a gran escala por monocultivos que desplazan, incluso arrasan, a los pequeños productores y los hábitats de sus comunidades, así como especies animales autóctonas. Durante la última década se han destruido 2 millones de hectáreas, siendo Asia sudoriental continental y el suroeste de China el epicentro de esa rápida expansión. Para 2024 las previsiones son de 4,3 y 8,5 millones de hectáreas adicionales, lo que amenaza seriamente todos los bosques asiáticos, incluidas las áreas protegidas.

¿Se puede hacer todo esto mejor?

Claro que sí, pero es más complejo y no proporciona márgenes de beneficio tan abultados. Sin embargo, es rentable, posible y viable pagar sueldos dignos, controlar la cadena de producción (proveedores, condiciones, impactos, etc.), usar materiales sostenibles y producir a pequeña escala un número de limitado de productos. Eso es el calzado sostenible y muchas marcas (eso sí, más pequeñas y con otras pretensiones de acumulación de capital y objetivos de crecimiento) ya lo producen.

Una de las más conocidas es VEJA; sus fundadores, Sébastien Kopp y François-Ghislain Morillion, al acabar sus estudios estuvieron haciendo una auditoría de un año en desarrollo sostenible para grandes grupos franceses. Desencantados con la mayoría, tuvieron un flechazo al visitar Alter Eco (compañía francesa de productos alimenticios de comercio justo) donde se dieron cuenta de que para cambiar la industria es necesario incorporar medidas medioambientales y sociales en las empresas.

Crearon su cadena de valor con productores de algodón orgánico y caucho natural, no procedente de monocultivos. En el almacenaje, en Francia, reintegran laboralmente a personas en riesgo de exclusión. Cuando les entrevisté hace unos años, documentándome para mi libro Tu consumo puede cambiar el mundo, me dijeron: “En este siglo los grandes discursos no son suficientes, se precisa ‘pasar a la acción’. Nosotros demostramos que se pueden hacer zapatillas de moda atractivas respetando unas exigencias sociales y medioambientales elevadas«.

¿Otras firmas de zapatillas sostenibles? Ahí van tres: ETHLETIC, de comercio justo y veganas; SAWA, que se fabrican 100% en África en condiciones justas; y THE CUT PROJECT, una firma que, bajo el lema made the neighborhood, defiende aprovechar el savoir faire de nuestros artesanos patrios a través de procesos sostenibles que están en mejora continua; su diseñador, Antonio Marcos, trabajó para Carolina Herrera o Massimo Dutti pero… sintió la necesidad de ofrecer máxima calidad a un precio adecuado y fundó su propia firma para concentrar sus esfuerzos en triunfar con su pequeña revolución personal. 

Frente a las anteriores propuestas deportivas, PLA es la firma española de la diseñadora Irene Peukes especializada en calzado de yute que promueve el comercio justo, sus tiras se hacen en Bangladesh en condiciones justas y las suelas son rematadas por artesanos en Mallorca. Artesanales y también de Mallorca son los zapatos clásicos de MONGE SHOES, diseñados por un ex empleado de Camper que también se atreve a actualizar la alpargata tradicional local, como lo hacen también las firmas GREAL y ENTRETEJIDOS.

También existen marcas genuinamente veganas como la inglesa BEYOND SKIN (que se fabrica en Elda), la española MIREIA PLAYÁ, la francesa MINUIT SUR TERRE o la italiana NAE, algunas de ellas a la venta en tiendas veganas como Amapola Vegan Shop (Barcelona) o Veganized (Málaga). Por último, la firma española NATURAL WORLD ECO fabrica botas, zapatillas, náuticos y alpargatas en España con procesos sostenibles. No usa pegamentos, su vulcanizado consigue juntar las piezas sólidamente sin impactos ambientales y permitiendo un mejor reciclaje. Es solo una pequeña muestra de todo un universo de producción y consumo sostenible por descubrir que me hace feliz compartir a través de ECOLOVER. ¡Próximamente, más!

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