Es más que obvio que el MOBY de hoy no es el mismo que aquel artista underground que triunfó con Play, un álbum editado en 1999 que, a día de hoy, sigue siendo el más vendido de música electrónica en la historia con 12 millones de copias despachadas.
En la actualidad, Moby ha superado sus múltiples adicciones y, musicalmente, ha dejado atrás el esclavizante materialismo del éxito a nivel mainstream. Además, se ha convertido en un destacable activista que lucha por el planeta y, en especial, por los derechos de los animales, mostrando una empatía sorprendente y una lucidez que conecta con los estudios de filosofía que cursó hace ya muchos años.
Del punk a la electrónica, el pop y el rock & roll, pasando por la música ambient y las bandas sonoras; trabajando en fotografía, editando libros, abriendo restaurantes veganos o defendiendo causas que le mantienen vivo, Moby es un artista multidisciplinar y un interlocutor al más alto nivel.
La última vez que estuvo de promoción Moby declaró a la edición española y digital de la revista Rolling Stone: «Intento no usar redes sociales u otras plataformas para promocionarme, no necesito nada más, estoy muy feliz con lo que tengo. Tengo un estudio, tengo una casa, tengo rutas de senderismo en un parque cercano… Prefiero usar mi plataforma para abordar cuestiones medioambientales, en defensa de los derechos de los animales o tratar de concienciar sobre el cambio climático. Para mí, abordar esas cuestiones y tratar de guiar al mundo en una dirección positiva es mucho más importante que una autopromoción innecesaria«.
El pasado año, a sus 55 años, publicó Reprise, un recomendable álbum que grabó acompañado por una orquesta y un coro de góspel (¡ah! y por Kris Kristofferson). Su único objetivo era hacer algo hermoso. Algo muy emocional que mostrara sus conocidas piezas musicales de un modo diferente al original. Este año, sin embargo, Moby regresa con una de esas colaboraciones inesperadas que tanto le gustan.
La comparte con el cantante icónico del pop francés Nicola Sirkis. El líder de la banda surgida en los ochentas Indochine forma equipo con él en un tema denso y reflexivo, acompañado de un vídeo dirigido por Jean-Charles Charavin y grabado entre París y Los Ángeles que invita a reflexionar sobre el caos medioambiental en el que se ve sumido el planeta actualmente… ¿y de cara al futuro?
Como Moby comentaba en Rolling Stone: «Solo porque el clima se ha mantenido estable durante los últimos dos mil años, no significa que se mantendrá así. Creo que la gente de alguna manera asume que todo va a estar bien. Y no hay evidencia que indique eso. Los humanos somos buenos destruyendo, creando problemas y, ocasionalmente, solucionándolos. Pero una vez se haya destruido el clima… no podremos arreglarlo«.
Moby ha transformado la versión original de This Is Not Our World (Ce n’est pas notre monde) en bilingüe para que Nicola encontrara su lugar en el dúo. Además de sus voces contagiosas flotando por todas partes, destaca la percusión impactante, las líneas de sintetizador arremolinadas y los ritmos meticulosos de línea de bajo que contribuyen a dar una toque retro a la canción.
El single es la banda sonora perfecta para el estilo de vida que disfruta Moby a nivel personal, un lifestyle que él mismo definió así en la citada web: «Me gusta ser razonablemente feliz, me gusta sentirme sano, me gusta tener una vida cómoda. Pero para mí, el objetivo principal es el activismo, especialmente en relación con los derechos de los animales. Estoy dispuesto a sacrificar mi salud mental y física para ser un mejor activista. Esa es mi mayor o, quizás, mi única prioridad«.