El oficio de muralista no es ya muy habitual en el ámbito artístico, pero… en los últimos años se ha vuelto a renovar una disciplina que nos ha legado inmensos e imponentes murales en el pasado. Marina Anaya, artista plástica multidisciplinar nacida en Palencia, es uno de los nombres consolidados que, solo en parte, sigue trabajando sobre los murales como lienzo para transmitir su increíble talento creativo.
Su universo está repleto de color y de sentimiento, de figuras y tonos que transmiten fuerza y optimismo a raudales. Las obras de esta creadora abarcan no solo los citados murales, también el grabado, la pintura, la escultura y, atención, la cerámica. Y todo ello con un objetivo común: la búsqueda de lo bello, del positivismo, de la parte más “bonita y amable”, según sus propias palabras, de la vida. Un arte que, según Marina, no requiere del espectador más que observar y divertirse.
Los recuerdos de su infancia y adolescencia están llenos de manualidades. Sus padres siempre apoyaron y fomentaron su pasión por ellas y le animaron a plantearse un futuro profesional con el arte como filosofía de vida: «Estudié Bellas Artes en Cuenca, en la Universidad de Castilla la Mancha, y después realicé mi doctorado en La Habana, mientras me preparaba para trasladarme a Madrid. Fueron unos años maravillosos de aprendizaje y vivencias a todos los niveles. De calor, color y Caribe, algo que de alguna manera se sigue reflejando en mi trabajo«.
En su taller en el barrio de Malasaña, empezó realizando grabado calcográfico, una técnica que sigue siendo una parte fundamental de su trabajo. Después del grabado vino la pintura, los murales, la escultura, la joyería y la cerámica. Todo ello progresivamente: «Creo que esto es lo que me define como artista, la libertad para poder expresarme en diferentes disciplinas y la curiosidad por aprender las peculiaridades de cada una de ellas«.
Su trabajo no solo consiste en diseñar obras como murales, sino en realizarlas. Para lo cual ha ido aprendiendo un poquito de un montón de técnicas diferentes que van desde soldar metales, modelar el barro, hacer porcelana, crear moldes, pulir murales, etc. Esto le permite trabajar directamente con los materiales y acompañar a las piezas desde el boceto hasta su acabado final.
En este sentido, Marina rompe una lanza en favor de la artesanía: «Siento que es importante reivindicar los procesos manuales y ponerlos en valor. Esto es gran parte de mi filosofía de trabajo. Intento que las obras y los procesos sean lo más respetuosos posibles tanto con el entorno humano como con el medioambiente«.
Las creaciones de Marina se exponen hoy por todo el mundo. Ante su trabajo, la respuesta del público siempre es muy receptiva: «Soy partidaria de un arte muy cercano al juego en el que las piezas hablen por sí solas. Me parece importante que el espectador, el que mira los trabajos, el que mira las obras, las haga suyas y tenga su propia valoración, aunque sea totalmente diferente a la mía, a la que yo he tenido en mi cabeza a la hora de crearlas. Eso es lo que de verdad termina la obra de arte, la mirada del que la valora, del que la ve”.
Con aspecto de murales o de pinturas, de jarrones o de grabados, a Marina le gusta hacer obras sin libro de instrucciones y pensar que su trabajo se entiende antes con el corazón que con la cabeza. En ECOLOVER conectamos con esta visión emocional del arte y celebramos su trabajo, creado en un taller que es como una vía de escape ante la dura realidad que nos rodea.