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HAMBRE EMOCIONAL: cómo las emociones y el estado de ánimo influyen en la alimentación

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1 marzo 2024

El hambre emocional es cada vez más común debido al estrés con el que vivimos… porque nuestro estado anímico influye directamente en cómo nos alimentamos

¿Alguna vez has visto a una persona que no pueda parar de comer brócoli, zanahorias o fresas? La respuesta es no. La razón es que el hecho de tener hambre, en muchas ocasiones, no proviene de una necesidad fisiológica, sino de un impulso cerebral vinculado a un estado emocional. Y esto está muy relacionado con los alimentos que comemos (normalmente altos en azúcares) cuando estamos estresados, tristes o, simplemente, hemos tenido un mal día.

El hambre emocional proviene de sentimientos, pero su verdadera causa médica es de tipo cerebral.
Una gran cantidad de la población sufre hambre emocional con origen en la actividad cerebral.

Mientras que el hambre fisiológica es una necesidad del cuerpo humano, el hambre emocional es un antojo o un deseo de comer desencadenado por una emoción o una estimulación sensorial. Entonces, ¿en qué consiste realmente? ¿Cómo podemos diferenciar entre ambas? Te contamos todo con la ayuda de varias expertas para que puedas mantener a raya el hambre emocional (y disfrutar de una relación sana con la alimentación).

¿Qué es el hambre emocional?

Por definición, según el Instituto Europeo de Nutrición y Salud, el hambre emocional es un trastorno alimentario que nos provoca comer al confundir los sentimientos con el hambre sin ser conscientes de ello. Se caracteriza por sentir una gran necesidad por comer, de forma impulsiva y descontrolada. Normalmente en estas circunstancias no se tiene apetito real, pero se utiliza como anestésico de lo que sentimos. Creemos que es una forma de gestionar las emociones negativas.

Laura Jorge, dietista-nutricionista, fundadora y directora del centro de nutrición y psicología que lleva su mismo nombre en Valencia, asegura que el hambre emocional puede llegar convertirse en un problema. Y, por ello, es necesario encontrar las causas que nos llevan a tener ese hábito y trabajar para cambiarlo. Aunque en muchas ocasiones comemos por placer, pero en otras el hambre emocional hace acto de presencia con la esperanza de que emociones como la tristeza o la frustración desaparezcan.

No llevar una alimentación sana es un claro síntoma de casos en los que se diagnostica hambre emocional.
Una mala relación con la alimentación puede esconder un caso claro de hambre emocional.

Además, Laura añade que “las personas que padecen de hambre emocional, tienen una carencia de estrategias de regulación emocional, siendo la propia ingesta de comida la única forma para autorregularse, suprimir o evitar emociones o determinados estados de ánimo. El hecho de que esta forma de alimentarse sea tan poco saludable se debe a comer a deshora y, sobre todo, a la ingesta de alimentos ultraprocesados llenos de aditivos y grasas. Además, después ello genera malestar y sentimientos de culpabilidad que pueden llevar a restringir o a compensar y a entrar en un círculo vicioso”.

¿Cómo distinguir entre el hambre emocional y el hambre fisiológica?

Atención a la la trampa. Algunos atracones no siempre están motivados por las emociones. A veces, se producen solo por ignorar las señales del hambre real. Pero cuando nos comemos nuestras emociones (literalmente), también puede ser difícil distinguir entre ambas en casos en que el consumo de alimentos es limitado. La cultura de las dietas ha conseguido hacernos creer que la razón de esos atracones incontrolables es el hambre emocional y que, por ello, no se consiguen objetivos como mantener un peso estable.

Los investigadores han trabajado sobre este tema en el marco de un estudio sobre la actividad cerebral. Sus conclusiones revelaron que, cuando los o las participantes seguían una dieta baja en calorías, las regiones del cerebro responsables de la atención, la recompensa y la motivación aumentaban su actividad ante alimentos apetitosos.

Es esencial respetar unos horarios al comer en la rutina diaria para controlar la aparición del hambre emocional.
El hambre emocional es siempre algo urgente, el hambre fisiológica se puede hacer esperar.

En otras palabras, la restricción calórica nos hace desear alimentos más sabrosos y, por norma general, nada sanos. Así que, si has estado restringiendo tu dieta, es muy probable que lo que has descrito como hambre emocional sea, en realidad, hambre fisiológica. Y la restricción nos hace querer comer más y más. Montse Bascuas, psicóloga de consultas externas de la cínica Ita Diagonal, comparte unos tips para saber diferenciar entre ellas:

  • El hambre emocional es repentina, mientras que el hambre fisiológica es gradual y paulatina.
  • El hambre emocional es urgente, mientras que el hambre fisiológica puede hacerse esperar.
  • El hambre emocional requiere de comidas específicas, mientras que el hambre fisiológica está abierta a diferentes opciones.
  • El hambre emocional no se satisface al sentir plenitud, mientras que el hambre fisiológica se acaba al estar satisfecho.
  • El hambre emocional genera sentimientos negativos al acabar, mientras que el hambre fisiológica no.

¿Cómo influyen los estados de ánimo en nuestra alimentación?

La alimentación está estrechamente vinculada con la supervivencia, siendo fundamental para el funcionamiento del ser humano. Desde la infancia, se nos recompensa o castiga mediante la comida, y nuestro cerebro lleva a cabo un registro metódico esta información en nuestra vida diaria. Por lo tanto, el acto de alimentarse no es simplemente un acto vital, sino que está asociado con diversos factores, situaciones y emociones.

La mala alimentación esporádica a través de fast food no tiene por qué ser un síntoma de padecer hambre emocional.
Ingerir por aburrimiento alimentos poco sanos no es un síntoma de hambre emocional.

Sin duda alguna, tanto las emociones como los estados de ánimo pueden llegar a tener efectos sobre las elecciones alimentarias que hacemos y cómo nos alimentamos. Aquí es cuando puede aparecer el hambre emocional. No se trata de algo perjudicial en sí mismo, ya que muchos de nosotros ingerimos alimentos cuando no tenemos hambre fisiológica, lo que podríamos definir como hambre real, buscando la parte más hedónica de los alimentos. Por ejemplo por aburrimiento, en celebraciones, etc.”, explica la nutricionista Laura Jorge.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, la experta añade: “El problema aparece cuando la responsable de la ingesta es la carencia de estrategias de regulación emocional, cuando lo que se busca con ella es suprimir o evitar emociones. Si el hambre emocional llega a convertirse en un problema, lo primero que tenemos que hacer es identificar la o las causas. A partir de aquí, comenzar a trabajar el problema con diferentes técnicas, pautas o recursos, como la psicoeducación, la alimentación consciente o la mejora de la experiencia emocional”.

Consejos para regular las emociones de forma más sana (y plantar cara al hambre emocional)

A modo de conclusión, mantener un equilibrio entre una dieta sana y el manejo de nuestras emociones es esencial para promover tanto la salud física como mental. Es importante comprender que recurrir a la alimentación como una forma de lidiar con las emociones puede parecer una solución temporal. Sin embargo, a largo plazo, puede tener consecuencias negativas. El hambre emocional puede generar dificultades para nuestro bienestar integral. Por lo tanto, es vital buscar y mantener el citado equilibrio entre los hábitos alimenticios y la salud emocional.

Además del ejercicio físico, también hay que cuidar los momentos en los que toca dormir para evitar el hambre emocional.
Cuidar del descanso y elevar la calidad del sueño ayuda a controlar el hambre emocional.

Para terminar, la psicóloga Montse Bascuas nos ha proporcionado otros cinco tips para regular las emociones de forma más sana:

  1. Identificar las emociones y reconocer qué pensamientos activaron las emociones vividas como incómodas.
  2. Generar pensamientos alternativos y realistas (congruentes con la situación) y trabajar en poner solución al conflicto.
  3. Realizar actividad física de manera continuada.
  4. Cuidar del tiempo dedicado al descanso y al sueño.
  5. Buscar ayuda profesional si fuera conveniente .

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